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¿Recuerdas, dulce niña? No hace mucho
te ofrecía palabras de consuelo.
Te decía que quería regar
con cariño la flor de tu esperanza
para que tu futuro ante tus ojos
brillara alimentado con el soplo
claro y brillante del cariño tierno
que siempre te dedico y te regalo
dibujando sonrisas en tus labios
cicatrizando heridas de tu alma.
Hoy me has contado lo que estás pasando
y la angustia más negra me ha inundado
porque sé lo difícil que es el miedo,
la duda más profunda ante las cosas
que normalmente damos por sentadas
y que de pronto no sabemos claro
el sentido que tienen, pues dudamos
del tiempo mismo y del futuro incluso
al ver lo frágil que es la misma vida
y la poca certeza que tenemos
de si hemos de seguir vivos mañana.
Sólo puedo decirte, dulce niña,
que sigo aquí a tu lado, alimentando
lo que nos queda siempre, la esperanza.
Por eso nuevamente yo te pido:
Deja que entre la luz por las ventanas,
lucha con toda el alma y con las fuerzas
de la ilusión que quiero transmitirte
para que todo acabe bien y pronto
y pueda ser yo aún quien traiga flores
a todos los rincones de tu casa,
dedicarte de nuevo con cariño
mis versos más sinceros,
para que nazca en ti la más bella esperanza
para que pueda mirarte con mis ojos,
besar tus labios y acariciar tu cuerpo,
tu ilusión y tu alma.
V. K.