El tiempo, que transcurre impávido y tranquilo,
sin piedad, sin dejarnos descansar de su marcha
nos parece un tirano impasible, inhumano,
pues no le importa cuánto pueda dejar de ser
por su insondable curso, que nos domina siempre.
Sentimos que las horas son pocas para tantas
tareas que la vida nos impone a diario,
querríamos a veces estirarlo, doblarlo,
adaptar el tamaño de los días, las horas,
detener los relojes, pausar los calendarios...
Pero el tiempo no deja de trascurrir al ritmo
que le imponen los astros, los relojes y el viento.
Sin embargo, si el tiempo no fuera inexorable
la vida no sería comprensible ni cierta.
Las metas que marcamos a nuestra vida misma,
la ilusión de esperar el día señalado,
el ritmo de la música, la ilusión de una cita,
esperar tu llamada, soñar con tu regreso,
no sería posible a no ser por el tiempo.
V. K.